La inflación de Estados Unidos vuelve a dispararse, se situa en 9,1%

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Día de récords. La inflación de Estados Unidos, en el 9,1%, está en su punto más alto en 40 años y 5 meses. El IPC de junio, del 1,3%, el mayor en 16 años y 9 meses. Y el dólar, en paridad con el euro, por primera vez en 19 años, y 6 meses.

Todo empezó con la inflación de junio. El mercado esperaba un 8,8%, es decir, dos décimas más que en mayo. Así que los datos fueron espantosamente malos. Los expertos más cercanos al presidente de EEUU, Joe Biden, lanzaron de inmediato una señal de tranquilidad: las tensiones en los precios no van a durar. Eso consuela, hasta que se constata que en primavera decían lo mismo, y también en 2021. Como no mejoren sus predicciones, Estados Unidos acabará como Argentina.

Lo cierto es que la inflación subyacente, que excluye los elementos más volátiles del índice (alimentos frescos y energía) cayó del 6% en mayo al 5,9%. Eso es un consuelo, sin duda. Y una buena noticia, porque indica, al menos en teoría, que las subidas de precios de la energía y la alimentación no están siendo trasladadas al resto de la economía, ni incorporadas a sus expectativas por los agentes económicos. El problema es que los analistas esperaban que cayera al 5,7%. Así que, como mucho, puede decirse que ha habido un empate en ese capítulo. Todo ello por no recordar que, por mucho que la inflacion subyacente invite a una relativa tranquilidad, el estadounidense medio tiene que comer y usar el coche, así que la distinción entre inflación general y subyacente le importa más bien poco.

De lo que no cabe duda es de que la energía y la alimentación han sido los motores de la exploisón de lo precios en junio. El primero de esos capítulos creció un 7,5% en el mes, y lleva ya un alza del 41,6% en tasa interanual, algo que no se alcanzaba desde abril de 1980. Ahí sí que hay algún margen de maniobra. En lo que va de julio, el precio del barril de petróleo ‘Brent’ ha caído un 10%, así que es de prever que las cosas mejoren este mes. Claro que esa mejoría no es porque haya más petróleo, sino porque la economía se está frenando, y el mercado prevé menos demanda de energía.

Y es que, como las desgracias nunca vienen solas, el dato de inflación llegó un día después de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortara su previsión de creimiento del PIB de EEUU para este año del 2,9% al 2,3%, y la dejara en un minúsuclo 1% para 2023, siete décimas menos de la anterior previsión. Muestra de lo rápido que está ralentizándose la economía es que las previsiones que ahora han sido modificadas habían sido hechas hace apenas tres semanas. El propio FMI dio a entender que las cosas podrían ir a peor, al afirmar que es «un desafío creciente» evitar una recesión en la primera economía mundial.

Este desastre por el lado de los precios lleva a la cuestión del dólar. Si a alguien le quedaba alguna duda de que la Reserva Federal fuera a subir tres cuartos de punto los tipos de interés en su próxima reunión, dentro de dos semanas, ya puede ir olvidándolo. Es más: la duda está ahora si en octubre la ‘Fed’ volverá a subir el precio del dinero en otro 0,75%, en vez el 0,50% esperado. Aún es muy pronto para vaticinar con precisión lo que sucederá. Pero la inflación, una y otra vez, está pulverizando las previsiones. Porque, encima, EEUU está, como explica Silvia Dall’Angelo, del fondo estadounidense Federated Hermes, con «un mercado laboral tenso», ya que su tasa de parto del 3,6% indica que en la práctica no hay desempleo, lo que, a su vez, empuja hacia arriba a los salarios. Y, con ellos, a los precios.

La subida de los tipos también tira para arriba del dólar, porque aumenta la rentabilidad de la deuda en esa divisa, de modo que la paridad entre esa divida y el euro parece que va a durar y, probablemente, acabará generando una situación el aunque el ‘billete verde’ esté claramente pore encima de la moneda europea. Porque la eurozona está en una situación similar, solo que peor, que EEUU. La inflación también está subiendo, y el crecimiento económico se está desplomando. Súmese a ello de la dependencia de Alemania del gas ruso, y se entiende que el mercado dé por hecho que, al menos, esa economía va entrar en recesión. Así que es normal que el dóllar siga subiendo, no solo contra el euro, sino contra la práctica totalidad de las divisas del mundo. Por desgracia, la combinación de inflación y crecimiento bajo no es un problema esclusivo de Estados Unidos, sino algo que comparten la práctica totalidad de los países del mundo

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