El silencio que mata: Depresión y ansiedad, los fantasmas invisibles de nuestra sociedad.

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Por: Sofía Hernández (Corresponsal Rep.Dom)

El ser humano es, por naturaleza, un ser social, con una profunda necesidad de conexión, de sobrevivencia colectiva, de sentirse aceptado y protegido. De ahí surge la importancia de pertenecer a un entorno donde prevalezcan valores esenciales como la empatía, la solidaridad, la justicia y la compasión.

Sin embargo, la realidad cotidiana dista mucho de este ideal, en la rutina diaria predominan las críticas destructivas, muchas veces como respuestas inconscientes a las presiones sociales o a conflictos no resueltos. Estas actitudes, ya casi normalizadas, contribuyen al deterioro del bienestar emocional colectivo y fomentan un entorno tóxico que puede desencadenar trastornos de salud mental, como la ansiedad y la depresión.

Ambos padecimientos, tristemente comunes en la actualidad, siguen siendo invisibilizados por prejuicios sociales. Muchos los asocian con debilidad o falta de carácter, lo que impide que quienes los sufren busquen ayuda profesional, el temor a ser juzgado, rechazado o malinterpretado, incrementa el aislamiento y la desesperación de los afectados. Este círculo vicioso puede prolongar el sufrimiento y, en muchos casos, desembocar en consecuencias trágicas.

Según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2024 más de 320 millones de personas viven con depresión en el mundo. La ansiedad, por su parte, afecta a más de 300 millones, y en al menos el 50% de los casos, ambos trastornos están interrelacionados. lo más preocupante es que cerca del 60% de las personas que los padecen no reciben tratamiento, a pesar de la existencia de terapias eficaces y accesibles.

Síntomas frecuentes de ansiedad y depresión: Cansancio extremo, Alteración del sueño (insomnio o hipersomnia), Palpitaciones o aumento del ritmo cardíaco, Preocupación constante, Irritabilidad o cambios de humor, Tendencia al aislamiento, Dificultad para concentrarse, Dolores musculares y de cabeza, Disminución o aumento del apetito, Baja autoestima, Crisis de pánico o nerviosismo

Tratamientos disponibles:

Terapia cognitivo-conductual: Ayuda a modificar patrones negativos de pensamiento.

Terapias de aceptación y compromiso, psicodinámica y de autocontrol: Permiten identificar el origen emocional del malestar y gestionar las emociones.

Tratamiento farmacológico: Antidepresivos y ansiolíticos, siempre bajo supervisión médica.

Ignorar estos síntomas o minimizarlos puede tener consecuencias irreversibles. Cada año, según cifras de la OMS, más de 800,000 personas mueren por suicidio, siendo esta la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.

Hablar de salud mental no debe ser un tabú. Reconocer, comprender y tratar a tiempo los trastornos emocionales es una responsabilidad colectiva. Porque cada vida cuenta, porque el silencio también puede matar.

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