Cuando la muerte sacude con fuerza: el duelo tras tragedias inesperadas.

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Por: Sofía Hernández (Corresponsal Rep.Dom).

La muerte es el único boleto seguro que todos llevamos al emprender el viaje de la vida. Sin embargo, el modo en que esta pérdida ocurre marca profundamente la manera en que familiares, amigos y allegados enfrentan el proceso del duelo y buscan sanación.

La partida de un ser amado puede ser una de las vivencias más devastadoras y conmovedoras para el ser humano. Las circunstancias en las que se produce el fallecimiento tienen un peso significativo en cómo se asimila el dolor y se reconstruye la vida tras la pérdida.

Cuando ocurren tragedias de gran escala, como desastres naturales, accidentes masivos o actos de violencia colectiva, el impacto emocional se multiplica, la incertidumbre durante las primeras horas, al no tener noticias de los seres queridos, eleva el sufrimiento a niveles desesperantes.

La constante exposición a imágenes impactantes a través de los medios de comunicación, lejos de consolar, tiende a exacerbar la angustia de los dolientes, dificultando aún más su capacidad de encontrar un espacio de calma para comenzar a procesar lo ocurrido.

Apoyar a alguien que ha perdido a varios familiares en un evento trágico implica sensibilidad, empatía y comprensión. Cada ser humano vive el duelo a su manera; no hay fórmulas ni tiempos exactos. Los especialistas recomiendan:

Acompañar, no dejar solos a los familiares en los momentos inmediatos. La cercanía, el contacto humano y la contención emocional son esenciales.

Validar y respetar sus expresiones emocionales, sin juzgar o intentar acelerar el proceso. El llanto, la rabia, el silencio o incluso la negación inicial, son respuestas humanas ante el dolor.

Cuando hay niños o adolescentes involucrados, es vital usar una comunicación clara y adaptada a su nivel de comprensión. Evitar la exposición a noticias o imágenes del evento les ayuda a no generar miedos innecesarios. Mantener sus rutinas y brindar escucha activa es fundamental para preservar su estabilidad emocional.

Distinguir entre una tristeza esperada y una depresión que requiere ayuda profesional es crucial. Más allá de la intensidad del dolor, hay señales de alerta como la desconexión prolongada con la vida cotidiana, la negación persistente de la realidad o la incapacidad de reconstruir un vínculo afectivo con el presente.

El duelo no tiene atajos. A veces, no se necesitan respuestas, sino simplemente estar ahí: ofrecer un hombro, una palabra sincera, una presencia que diga “aquí estoy”, incluso en silencio.

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