“Las bebidas alcohólicas contienen calorías vacías, es decir, sin el beneficio de los nutrientes constituidos en los alimentos. A propósito de esto, es importante resaltar que es un principio de salud que las calorías son más beneficiosas masticadas que tomadas”.
Esta cita es de la endocrinóloga Maricela Ramírez, quien sostiene que, partiendo de este punto es bueno destacar que, no sólo los pacientes postquirúrgicos de cirugía bariátrica presentan aumento de peso por ingesta de alcohol, sino que la población que lo consume también está propensa a experimentarlo.
La lipidóloga clínica señala que en el caso de los pacientes con cirugía bariátrica existe la desventaja de que además de la carga calórica de las bebidas alcohólicas, pueden presentar trastornos gastrointestinales, como irritación en la mucosa gástrica, acidez estomacal y vómitos. “Esto se debe a que el estómago es más pequeño, y por tanto mucho más sensible a la agresión del alcohol”, explica.
También cita: “En estos pacientes hay menos alcohol-deshidrogenasa, que es la enzima encargada de metabolizar el alcohol, y tenemos menos ghrelina, hormona secretada en el estómago y que regula la apetencia por el alcohol al regular el pico de dopamina que, secundariamente, se produce en el cerebro. La dopamina es responsable de que vuelvas a beber, más cantidad y más rápido, pues los receptores de ésta se hacen resistentes y se necesita más cantidad de alcohol para experimentar la misma sensación de bienestar que experimentos anteriormente con cantidades menores. Esto último no es exclusivo de pacientes postbariatricos”.
Otra desventaja para el paciente bariátrico es que en ocasiones la obesidad estaba asociada a conductas adictivas de la alimentación y existe un alto riesgo de desplazar una adicción por otra en búsqueda de los picos de dopamina.